El reciente triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses marca un hito significativo en la intersección entre la política y la inteligencia artificial (IA). Su estrecha relación con figuras como Elon Musk, que ha aportado miles de millones de dólares para su campaña junto a otros líderes de Silicon Valley, ha reconfigurado el panorama tecnológico global, posicionando a Estados Unidos como el epicentro del desarrollo de IA. Empresas como Google, OpenAI, Meta, Anthropic y Amazon, entre otros, con sus avanzados modelos de lenguaje (LLM), están redefiniendo cómo interactuamos con la tecnología, pero no sin consecuencias profundas para la democracia y el poder ciudadano.
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