Por la Lic. Agustina Angriman, docente de la carrera de Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
Desde los primeros pasos que damos como seres humanos, nos relacionamos con otros. Y es en esos primeros pasos que también conocemos que, al entrar en contacto con los demás, damos, recibimos y crecemos como personas.
“Aprendí a tener paciencia, a escuchar hasta cuando hay silencios, a respetar más cuando las familias nos abren de cierta forma las puertas de sus casas, a buscar que el alumno aprenda, saliendo de lo establecido y pensando en sus características individuales. Aprendí a manejar las frustraciones del otro, que también se convierten en parte nuestra, porque queremos ayudarlo a mejorar”.
Las experiencias de voluntariado abundan, pero, sin duda, las vividas en la universidad, ayudan a forjar profesionales capaces de impulsar un cambio positivo en la sociedad que los rodea. Las palabras citadas anteriormente, escritas por un estudiante de la Universidad Austral al finalizar su experiencia en el apoyo escolar de La Posta Sanitaria “Las Lilas”, nos invitan a reflexionar sobre el valor que conlleva transitar una experiencia solidaria.
En términos generales, los voluntariados universitarios tienen como propósito trabajar con otros que se encuentren en situación de vulnerabilidad y contribuir a la resolución de distintas necesidades. Como asegura Arias, estudiosa del rol de la universidad como entidad con responsabilidad social, en este proceso se busca que los estudiantes se sensibilicen con problemáticas actuales, conozcan en profundidad la complejidad de los factores intervinientes e identifiquen la importancia de su participación, para contribuir a una sociedad más equitativa. Se intenta, de este modo, fortalecer, a partir de la experiencia, los valores del compromiso, la solidaridad y el respeto, el desarrollo integral de los estudiantes, y el poder fomentar la responsabilidad y el compromiso ciudadano para contribuir a una sociedad integrada.
Esto es posible solo si se trabaja con otros, aprendiendo de ellos y con ellos. Los equipos en los cuales se llevan a cabo los voluntariados son amplios y diversos, pueden incluir estudiantes de la misma carrera, de distintos años, de otras carreras, o universidades, docentes, profesionales de la salud o miembros de la comunidad a la que se ayuda. Mediante esta labor colaborativa se busca favorecer también la capacidad de trabajar en equipo y el desarrollo de distintas habilidades como son la capacidad de llegar a acuerdos, de entender puntos de vista disímiles, de comunicarse en forma asertiva, la posibilidad de escuchar y la disposición empática. En otras palabras, como aseguran Bolívar-Ramirez y otros estudiosos de las experiencias de los voluntariados, estos espacios contribuyen al desarrollo de habilidades sociales y emocionales.
Para que esto sea posible, es necesario contar con espacios de capacitación y acompañamiento de los voluntarios. Son centrales los ámbitos destinados a poder reflexionar acerca de lo vivido, sobre los sentimientos y emociones que se han despertado, analizar las herramientas que identifican en sí mismos y en los otros, y los aspectos propios sobre los que quisieran trabajar.
Conocer distintas realidades y trabajar con otros para intervenir sobre la realidad posibilita que los voluntariados, en el marco de las universidades, se constituyan como una experiencia significativa para los estudiantes. Experiencias que en algunos casos dejarán huella en su identidad como futuros profesionales y propiciarán cambios en los distintos ámbitos por los que transiten.
Fuente: Perfil