El coronavirus y la cuarentena, sin duda, transformaron el modo en el que interactuamos y nos relacionamos, pero ¿se ha dado realmente una transformación en la forma de trabajar? ¿Estamos transformándonos digitalmente?
Para responder estas preguntas es preciso entender a qué se hace referencia por ‘Transformación Digital’. Una organización se transforma digitalmente cuando desarrolla aquellas capacidades que le permiten adaptarse rápidamente y en todos sus procesos, a partir del uso de tecnologías que transformen datos en conocimiento, y éste en acción.
La base del cambio es el uso de los datos y la información para la toma de decisiones. La velocidad y facilidad de procesar datos que ofrecen las nuevas tecnologías combinadas entre sí son un impulsor de esa transformación, pero no alcanzan si no se modifican también aspectos culturales y organizacionales.
¿Es más bien conectividad lo que tenemos?
En las redes sociales circuló una imagen que preguntaba: “¿Quién impulso la transformación digital en su empresa? ¿El CEO, el CTO o el COVID-19?”. Sin restarle valor al chiste, que a decir verdad es muy oportuno, reflexionemos sobre qué cambios hemos realizado realmente en la organización a partir de las medidas tomadas al inicio de la cuarentena.
Es indiscutible la implementación de tecnologías de comunicación para realizar reuniones e, inclusive, clases virtuales. Muchas personas que hoy han incorporado zoom a sus aplicaciones diarias, y seguramente no sabían de su existencia hasta hace un mes atrás. Es más, ahora surgen debates en círculos de amigos o colegas sobre beneficios y riesgos de unos u otros. Impensado.
“¿Teams? ¿Zoom? ¿Webex? ¿Meets? ¿Hangouts?”. Sin duda, el uso de estas herramientas está empezando a transformarnos en seres más respetuosos en el uso de la palabra, en pedirla, y en el silencio reflexivo auto impuesto (o no) para evitar entrar en etapas de aturdimiento en alguna que otra reunión.
Podemos hablar también sobre el uso de herramientas en la nube, que nos permiten compartir archivos y trabajarlos de manera colaborativa. Y, en algunos casos, hemos digitalizado algunos procesos que, ante la imposibilidad de realizarlos de manera presencial, requieren pensar en alternativas para poder hacerlos de manera remota. El caso más claro puede ser la firma digital, o las recetas médicas en soporte digital o enviadas a través de redes sociales.
No caben dudas de que las organizaciones tuvieron que adaptarse, pero ¿realmente lo hicieron en lo que entendemos por «adaptabilidad» o simplemente se vieron obligadas a pasar a un estado de digitalización? ¿Cuántas de ellas usan los datos provistos y relevados para tomar mejores y más rápidas decisiones? ¿Cuántas de ellas piensan en cómo transformar su modelo de negocio? ¿Transformamos el negocio o simplemente hacemos lo mismo usando otra interfaz (digitalmente)?
Autodiagnóstico: ¿Somos analógicos en un mundo digital?
Es indiscutible que este cambio obligado trae, por lo menos, ciertas ventajas asociadas. El vernos obligados a salir de la zona de confort, el tener que familiarizarnos con tecnologías a las que antes les teníamos miedo, el entender que muchas de las actividades que hacíamos presencialmente, presentan alternativas. Las organizaciones han sabido cambiar ante esta situación de crisis y este es un primer ejemplo de los beneficios de «adaptarse» rápidamente.
Sin embargo, para hablar de transformación digital debemos ir más allá de la digitalización. Aprovechemos este primer paso obligado para avanzar en la dirección de la Transformación Digital y volvernos realmente adaptables.
(*) Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral.
(*) Docente e investigadora en temas de Industria 4.0 de la Universidad Austral.
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