En el momento presente, asistimos a una reconfiguración forzada de los grandes ejes que estructuran la sociedad internacional desde la segunda posguerra y ponen en juego su institucionalidad política y económica, así como su identidad civilizatoria. Esto se debe a la gran capacidad de agencia de la primera potencia mundial y su cuestionamiento a los pilares que sostienen los valores de Occidente, debilitan el consenso social democrático interno de los países y cuestionan la gobernanza global.