Guadalupe y Kat se conocieron mientras estudiaban un MBA en Saïd Business School, la escuela de negocios de la Universidad de Oxford. Habiendo dejado atrás sus lugares de origen y enfrentando los desafíos que el viejo continente les presentaba, ambas se conectaron nuevamente con sus raíces a través de una misma pasión: el amor por el vino. 

Guadalupe Oliver nació en Buenos Aires y se graduó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral tras obtener el título de Ingeniera Industrial. Luego de recibirse, trabajó en el sector de Marketing del Grupo Peñaflor, el grupo de bodegas más grande de Argentina, donde empezó a desarrollar su interés por esta industria. 

Por su parte, Katherine Mayhew es originaria de Oregon, EE. UU., y su conexión con el vino surgió mientras trabajaba en distintos restaurantes de ambas costas del país norteamericano. Uno de sus grandes logros fue ocupar el rol de sommelier en restaurantes que poseen estrellas Michelin. 

Las aulas de la Universidad de Oxford fueron la antesala de un emprendimiento que las convirtió en socias. Al ser las únicas dos personas en su clase obsesionadas con el vino, enseguida conectaron. Ambas coincidían en que existe una necesidad de innovar en la industria vitivinícola, para convertir el vino en un producto más accesible, sustentable y divertido. Al no ver nada en el mercado como lo que ellas se imaginaban, decidieron salir a crearlo. Así surgió Candour.  

Candour es un emprendimiento que lleva ediciones limitadas de vinos genuinamente buenos y con mínima intervención en el mercado de Inglaterra. La presentación del vino es distinta a como estamos acostumbrados a consumirlo: las latas de aluminio fueron el material elegido para producir un envase más sustentable y conveniente. 

Ya lejos de Buenos Aires, Guada recuerda su paso por la Austral con mucho cariño. Para ella, su carrera de grado le aportó herramientas muy valiosas que la ayudaron en su desarrollo profesional. Ella destaca que la facultad le permitió desarrollar un pensamiento sistémico y crítico y la capacidad de contemplar y analizar múltiples variables en simultáneo. Además, destaca la importancia de poner el foco en los valores para trabajar de manera ética.  

Emprender en un país con otras costumbres y otro idioma es un desafío para cualquiera, pero su recorrido profesional le ha demostrado que debe confiar más en sí misma y no dejar de hacer cosas por miedo a equivocarse. “Nada se compara con tomar la decisión de emprender y hacer algo propio. Nada nunca me asustó tanto y nada nunca me dio tanta felicidad y orgullo”, sostiene. “Entrar a una vinoteca en Londres y ver mis vinos siendo vendidos es definitivamente un logro enorme que me enorgullece muchísimo”, agrega.  

La carrera que Guadalupe eligió le abrió un enorme abanico de posibilidades de desarrollo profesional y hoy se encuentra haciendo algo que le apasiona. “Cuando estamos próximos a graduarnos la incertidumbre sobre el futuro es normal y está en nuestras manos decidir qué queremos hacer. A alguien que está transitando ese momento le diría que siempre busque hacer algo que lo haga feliz: nuestro trabajo ocupa un lugar enorme en nuestra vida, debe ser horrible no disfrutarlo”, recuerda Guadalupe sobre su paso por la Austral. Desde su mirada, hay dos habilidades que son clave para que un ingeniero se desenvuelva exitosamente en el mundo laboral:  

• Tener la capacidad y la humildad de escuchar y considerar puntos de vista distintos al propio y, a su vez, buscarlos e incentivarlos. 
• Liderar de manera empática fomentando ambientes de trabajo donde las personas puedan sentirse a gusto. 
  

“A quienes están dando sus primeros pasos en la carrera les recomiendo que se involucren, que prueben, que pregunten e investiguen, que hablen con mucha gente. Cuanto más se vinculen con gente distinta, más fácil va a ser hacerse una idea de la carrera y de la salida laboral. Aparte, uno nunca sabe cuándo alguna conexión puede llegar a ser útil”, concluye Guada.