Una abuela, con celular pegado a su mano derecha y WhatsApp a punto de estallar en el grupo de compañeras de colegio, le indicaba a su hijo (de gimnasio diario), que dejara de instagramear fotos en traje de baño (subidas, en paralelo, al Tinder del touch and go) y prestara atención a su nieta que, en su cuarto, jugaba solapadamente a algún juego de apuestas en línea, cumpliendo la cuota permitida de supuestas cuatro horas diarias de conexión.
Repercusiones en otros medios: lavozdelquequen.com.ar, hechoencalifornia1010.com