Ignacio de Casas, secretario académico de nuestra Facultad de Derecho, estuvo en Ucrania, invitado por el capítulo ucraniano de la organización internacional PEN. Integró una comitiva de intelectuales y periodistas que viajaron a ese territorio para conocer en primera persona las consecuencias que la guerra genera en el pueblo y la cultura de Ucrania.
Ignacio de Casas estuvo en Ucrania durante la última semana de junio. Para llegar hasta allí voló hasta Varsovia, Polonia. Desde allí tomó un tren hasta la ciudad polaca de Chelm. Finalmente, un segundo tren lo trasladó hasta Kiev, Ucrania. Llegó hasta allí como miembro de una comitiva integrada por periodistas y intelectuales entre los que se encontraban Hinde Pomeraniec (Infobae), Alejo Sánchez Piccat (Escenario Mundial), James Gatica Matheson (24 horas-Chile-), y la escritora María Rosa Lojo.
Durante su estadía en Ucrania pasaron por las ciudades de Kiev, Irpín, Bucha y , Borodianka, así como por el pueblo de Yahidne, en la región de Chernigiv.
Desde el área de Comunicación de la Facultad de Derecho conversamos con Ignacio de Casas sobre su experiencia en este país en conflicto desde la invasión rusa en febrero de 2022.
¿Tuviste miedo durante tu estadía en algún momento?
No, nervios te diría más que miedo. Sobre todo por la incertidumbre de lo desconocido. Me acuerdo del primer día que llegamos. Nos llevaron al hotel, tuvimos unas primeras reuniones con la gente de PEN, en la sede de PEN, y después nos llevaron a cenar a un restaurante y, estando en el restaurante, sonó la primera alarma de bombardeo. En ese momento estábamos con un funcionario público y con un militar, y ellos buscaron sus teléfonos, se fijaron, y chequearon la información, y corroboraron que no se trataba de un bombardeo, sino de un avión que estaba pasando.
Tuvimos dos alarmas más en el transcurso de esos cinco días. Una, mientras estábamos en el hotel ya de noche. Yo estaba en mi habitación, sonó la alarma, y además de sonar la alarma, en los altoparlantes del hotel sonó un mensaje en ucaraniano que no entendí. Como nosotros cinco estábamos conectados en un grupo de WhatsApp, nos comunicamos y decidimos ir al refugio.
Ahí nos dimos cuenta cómo la gente lo ha naturalizado un poco, porque le preguntamos al conserje del hotel si debíamos bajar al refugio y él nos contestó “may be” (tal vez, en español). Y el conserje incluso no fue al refugio. Nosotros fuimos y los únicos que estábamos éramos los argentinos. Y después de, no me acuerdo si 20 minutos, media hora, como no ocurría nada, decidimos irnos.
Y la tercera alarma que sonó, sonó en la noche, y yo nunca la escuché. Yo estaba durmiendo y nunca la escuché. Me di cuenta a la mañana siguiente cuando entré a mi teléfono y vi los mensajes. Aunque la amenaza en la ciudad parecía estar lejos, hoy bombardearon un hospital infantil a 15 minutos del hotel en donde estábamos.
Si tuvieras que seleccionar qué es lo que más te impresionó del viaje, ¿podés elegir algo o son varias cosas?
Te puedo dar dos tipos de impresiones. Una impresión como emotiva de un lugar y después una impresión más de una conclusión, de análisis.
La emotiva por un lugar que me impresionó mucho fue la escuela que visitamos en el pueblo de Yahidne, en la región de Chernihiv. Allí los rusos ocuparon el pueblo y encerraron y mantuvieron en cautiverio a 360 personas en el sótano de la escuela durante casi un mes.
Ahí conversamos con uno de los sobrevivientes y nos contó que, mientras los tenían encerrados, los dejaban con la luz apagada y que cuando se moría alguien no permitían retirar los cuerpos. Entonces tenían a los muertos en una esquina de la habitación, al lado de unos niños de 10 años o menos. Entonces, cuando te cuentan eso, desde ese sótano tan frío, a pesar del verano que había afuera, te genera una impresión fuerte. Y eso que yo ya había escuchado esa historia y había visto un documental sobre esa escuela.
Por otro lado, una impresión, si querés, más general, como conclusión de todo lo que vi y tiene que ver con el tremendo poder transformador de toda una realidad social, laboral y vital de la gente que puede provocar la guerra, porque todo lo que nosotros vimos está transformado por la guerra. O sea, la gente trata de seguir su vida y entonces suena la alarma y por ahí ya no le hace caso, o vas a los restaurantes y están llenos de gente. En realidad esos son cambios de hábitos, porque no es que la gente hacía eso todo el tiempo, sino que ahora salen más porque no saben si van a seguir viviendo. O cuando se saludan, se saludan con un abrazo porque no saben si es la última vez que se van a despedir. Así como cambia el modo de ser de la gente, cambia su mentalidad. Por ejemplo, el abogado de derechos humanos se convierte en belicista porque desconfía de los tribunales y dice que la única manera de ganar esto es por las armas. Un día en una entrevista con Oleksandra Matviichuk, directora del Centro para las Libertades Civiles, organización que ganó el Premio Nobel de la Paz, ella sostuvo que la única manera de que esto termine es dándole más armas a Ucrania.
Vos no te imaginabas un Premio Nobel de la Paz diciendo que la solución es la guerra. Eso es lo que te impresiona, cómo transforma la guerra la cabeza de las personas y la gente. Y notás un fondo de resentimiento, no sé si decir odio, porque odio es muy fuerte, pero la gente tiene un sentimiento hacia los rusos horrible y que va a durar mucho tiempo.
Entonces, no los perdonan, no los van a perdonar por mucho tiempo. Eso se ha metido en toda la sociedad. Y la gente, como te digo, incluso la gente culta, formada, que ha estudiado afuera, de organizaciones culturales, de derechos humanos, dejan de ser pacifistas. Pacifistas pueden ser lo que miran desde afuera pero las víctimas y los que sufrieron agresión, es difícil que sean pacifistas. No están dispuestos a rendirse, ni a perdonar, ni a nada. Es, como te digo, un resentimiento, un sentimiento muy duro hacia los rusos, hacia todos los rusos.
¿Cómo se está encarando la búsqueda de justicia hoy por hoy en Ucrania?
Hay muchos frentes. Por un lado el gobierno, desde la oficina del procurador general, que es el jefe de los fiscales, está documentando los crímenes, investigando y registrando todo lo posible para juzgar en los casos de crímenes de guerra y otras violaciones graves de derechos humanos ante tribunales ucranianos. También hay muchas ONG que están haciendo un trabajo similar de documentación, de recogida de testimonios, de sistematización de otro tipo de pruebas como videos. Todo eso lo están recogiendo para preparar y documentar casos, incluso pruebas más complejas, como por ejemplo uno de los grandes desastres que se produjo fue la destrucción de la represa de Kajovka sobre el río Dniéper, que contaminó, destrozó tierras productivas, desplazó minas y afectó el suministro de agua potable a 700.000 personas.
Entonces, hoy para obtener justicia tenés que hacer juicios, y para los juicios tenés que probar los crímenes que se cometen. Entonces hay muchos equipos trabajando en eso, de abogados y especialistas con apoyo de organizaciones internacionales. Esos juicios los llevarán ante tribunales ucranianos o ante tribunales internacionales, como la Corte Penal Internacional. Aparte también está la dimensión de la justicia, no sólo de las responsabilidades personales, de un militar o un jefe de Estado que cometió un crimen a título personal, sino también la responsabilidad internacional de Rusia, como un estado agresor, por la agresión, o por el genocidio dado que hay distintos tipos de crímenes.
Pero si tuvieras que clasificar los principales delitos o crímenes que se están intentando probar, ¿cuáles serían?
Básicamente hay dos grandes grupos. Los crímenes de guerra, que es la violación de las reglas de la guerra. Los conflictos armados tienen unas reglas que exceden la discusión sobre si alguien tenía o no legítimo derecho a usar la fuerza.
Una vez que hay un conflicto armado, los conflictos tienen que respetar una serie de reglas que establece el derecho internacional. Están establecidas en los tratados internacionales llamados Convenios de Ginebra. Vos, cuando usás la fuerza, hay cosas que podés hacer y cosas que no podés hacer. Atacar a la población civil nunca se puede hacer. Entonces, en una guerra podés matar soldados, pero no podés matar civiles. Si apresás soldados tenés que darles un trato especial y respetar su dignidad. Matar a un soldado en el campo de batalla no es un crimen de guerra. Matar niños o atacar a una ambulancia o a un hospital es un crimen de guerra.
Y después está el otro gran crimen que es muy difícil de probar, pero que los ucranianos están convencidos de que se está cometiendo, que es el genocidio. Genocidio es la destrucción total o parcial de una grupo nacional, étnico, en cuanto tal, de un pueblo en cuanto tal. Es decir, no es simplemente matar… sino matar a esas personas porque son ucranianos. Eso es el genocidio. Entonces, requiere una intención especial, que es la intención genocida, desde el punto de vista técnico es como un dolo especial, que es matar por ser de este grupo.
Esto puede sonar un poco crudo, pero cuando una población es tan grande, es imposible aniquilarla ¿cómo haces para matar a 40 millones? De manera que para demostrar la intención genocida, la estrategia que han elegido es mostrar todos los ataques a la cultura ucraniana, y demostrar que detrás de eso hay un plan para acabar con los ucranianos a largo plazo.
Organizaciones como la Lemkin Society vienen llevando adelante un gran trabajo de documentación. Es interesante el nombre porque se refiere a Raphael Lemkin, quien acuñó el término genocidio, utilizado por primera vez en los juicios de Nuremberg.
Entonces, esta organización que lleva su nombre, está justamente procurando juntar pruebas para demostrar que lo que se está cometiendo en Ucrania es un genocidio. Y lo hacen a través de demostrar que se están atacando bienes culturales. Por ejemplo, la destrucción de museos, la destrucción de bibliotecas, de estatuas, cosas que… Bueno, evidentemente su destrucción no brinda una ventaja militar significativa para quien lo hace, pero esconde ese plan genocida sistemático.
O sea, mejor es destruir un tanque que destruir una estatua de Taras Shevchenko. Pero vos ves y las estatuas de Taras Shevchenko están todas disparadas. O vas a un pueblo como fuimos a Irpin y la casa de cultura de Irpin está bombardeada. Y no murió nadie al bombardear eso. ¿Y qué sentido tenía destruir eso? Destruir la cultura, el idioma… Entonces ellos, los ucranianos, sienten que los rusos están justamente buscando eliminar su cultura. Y te lo dicen también con fundamentos históricos, es decir, están siguiendo el mismo manual de los soviéticos.
¿El viaje modificó tu noción del Derecho?
Sí, me sensibilizó sobre todo en mi acercamiento al derecho internacional humanitario, que es este derecho que se aplica en los conflictos armados. Para mí antes el derecho internacional humanitario era más teórico, y yo lo enseñaba y lo explicaba, pero ahora pude palpar y ver muy de cerca cómo afecta a una población civil y a un país las consecuencias de la guerra. Haber visto crímenes, no mientras se cometían, pero si las consecuencias de crímenes de guerra de genocidio y ver viviendas bombardeadas y destruidas, ver una fosa común donde hubo civiles enterrados, sí te lo hace ver de otra manera. Entonces en ese sentido te cambia, no es que yo antes veía cosas como buenas y ahora me doy cuenta que son malas. Uno siempre supo que eran malas, pero ahora te das cuenta cuán malas son y cuánto daño causan y también un poco te das cuenta cuánto va a durar el daño que causan, no es una cosa que pasas la página y te olvidás.
¿Qué consideras que te trajiste de Ucrania?
Bueno, estas experiencias que te decía recién y después me traje también amistades. Por ejemplo, cuando nos enteramos del bombardeo al hospital infantil de Kiev este 8 de julio, tanto en el grupo de Whatsapp que teníamos los 5 argentinos que viajamos allá, como en el grupo con los organizadores de PEN, intercambiamos mensajes y fotos. Entonces, a mí lo que me impresionó es que yo ahora sé que ahí en la ciudad donde bombardearon conozco el nombre y apellido de algunas personas que están ahí y que ahora son mis amigos. Es decir, vos sabés que a unas cuadras de donde bombardearon están Maksym, o Anna, o Tetyana, que son personas con las que conviví 5 días durante ese tiempo que estuve ahí y que ahora yo sé que les puede pasar algo y me preocupo.