Ponencia presentada en la Semana de Investigación Interdisciplinar “Del yo a la persona”, en la Universidad Austral, Campus de Pilar (Buenos Aires, Argentina), el 8 de agosto de 2018.
By Gonzalo Arrondo Ostiz
Grupo Mente-Cerebro. Instituto Cultura y Sociedad. Universidad de Navarra
“Por tanto, el cerebro es central, pero sólo una condición necesaria para el surgimiento de la conciencia. Una condición suficiente solo viene dada por la existencia un organismo vivo con un sistema nervioso periférico y central que está en constante interacción con la totalidad del cuerpo y su entorno” (Fuchs, 2017, p. 136, traducción de Gonzalo Arrondo)
La noción de persona implica aquello que va más allá de lo biológico en el ser humano, lo trascendente. En este sentido, el responder a la pregunta que se nos plantea es una tarea propia de la filosofía. Por el contrario, la neurociencia, en la medida que estudia el sustrato anatómico y funcional de las capacidades del ser humano difícilmente podrá responderla. ¿Tiene por tanto sentido hablar de persona en el contexto de la neurociencia? ¿Qué puede aportar a su estudio? El objetivo del presente texto no es responder a la pregunta de qué añade, sino proponer modelos neurobiológicos plausibles que sean compatibles con la noción del ser humano como ser personal. La neurociencia tradicional no da cabida a la noción de persona, y en sus versiones más extremas niega conceptos como la libertad. Sin embargo, existen otras propuestas recientes que están más abiertas a aproximaciones trascendentes. Podría defenderse incluso que los pocos avances en la aplicación del conocimiento generado por la neurociencia a otros ámbitos como la psiquiatría pudiera deberse en parte a este reduccionismo en los modelos que la neurociencia emplea (Arrondo et al., 2018). En el presente texto resumiremos la propuesta llevada a cabo por Thomas Fuchs, psiquiatra alemán que ostenta la cátedra Carl Jaspers para la fundamentación filosófica de la psiquiatría y la psicoterapia.
Los esquemas neurocientíficos clásicos se reducen en último término a un modelo “sándwich” de la conciencia en la que un input (estímulo) es procesado en el cerebro y esto lleva a su vez a un output (acción). Este procesamiento se concibe a su vez como una representación o reconstrucción del mundo externo a partir de procesos neuronales. Este representacionalismo es gravemente neurocentrista: el cerebro es el actor único en el proceso cognitivo y lleva en última instancia a equiparar yo y cerebro (esto sería la falacia mereológica de la neurociencia, que confunde una parte con el todo). En este contexto, la subjetividad se vuelve un epifenómeno y la libertad una ilusión: el cerebro construye un modelo del mundo que incluye nuestra vivencia subjetiva pero esta subjetividad no tiene poder causal alguno sobre las acciones del ser. El halo de infalibilidad y el poder de atracción de las técnicas de neuroimagen actuales, así como su (mal)uso para apoyar una nueva frenología, están entre los factores que posiblemente hayan agravado estas concepciones; y, sin embargo, los problemas epistemológicos, pero también metodológicos de estas técnicas son mucho mayores que lo que se pensaba (Arrondo et al., 2018). En este paradigma difícilmente podemos hablar de persona. El ser queda reducido a su funcionamiento neuronal e incluso la percepción del yo no deja de ser algo secundario.
En su libro “Ecology of the brain: phenomenology and biology of the embodied mind”, publicado en 2017, Thomas Fuchs apuesta por una visión fenomenológica, anticognitivista y de sistemas complejos del ser humano que busca superar el neurocentrismo característico de las posturas actuales (Fuchs, 2017).
Podemos considerar la propuesta como un ejemplo dentro del movimiento del “4E cognition”, en el que la cognición se concibe como:
- Corporalizada (Embodied): es necesario tener en cuenta su encarnación, para entender sus capacidades, limitaciones y características.
- Ambientalmente integrada (Embedded): el ambiente constriñe las posibilidades del organismo y parcialmente constituye los procesos mentales.
- Extendida (Extended): dirigida al medio y conectada con él más allá de los límites corporales a través de múltiples ciclos de retroalimentación
- Vivida en interacción (Enacted): activa y constante entre el organismo y el ambiente; y el organismo consigo mismo.
Así mismo, se concibe a los organismos vivos como sistemas dinámicos complejos; sistemas cuyo comportamiento es intrínsecamente difícil de modelar debido a las dependencias, relaciones o interacciones entre las partes o entre el Sistema y su entorno. Estas interacciones de los organismos vivos, o ciclos (en la medida que existen mecanismos de retroalimentación en ellos), pueden clasificarse en dos tipos: ciclos verticales y ciclos horizontales.
Los ciclos verticales son aquellos en los que el organismo interactúa fundamentalmente consigo mismo existiendo causalidad de abajo-arriba y también de arriba abajo. Un ejemplo de esto lo constituiría la modulación motora en los ganglios basales, dónde se integran señales tanto de otras partes del cerebro como de los sentidos para, a través de ciclos de procesamiento, lograr una modulación fina de la ejecución motora. Para el tema que nos atañe, es especialmente relevante la consideración de Fuchs de los niveles de conciencia como un sistema de ciclos verticales que ganan en complejidad para diferentes seres. Así, tendríamos un primer ciclo relacionado con la interocepción continua de nuestro cuerpo que sería común a todos los animales y derivaría en la sensación de estar vivo. En un nivel superior tendríamos los ciclos relacionados con las relaciones entre el organismo y los objetos, que derivarían en el yo nuclear, centrado en la acción (yo como ser que interacctua). Finalmente, tendríamos un último nivel, el Yo autobiográfico definido por la capacidad de integrar pasado y futuro en el Yo actual. Este último nivel sería específico del ser humano, y se convierte así en la matriz biológica de la persona.
Los ciclos horizontales serían aquellos sistemas de interacción que abarcan el entorno/ambiente. En palabras del propio Fuchs “La experiencia consciente es siempre vivida en interacción entre el organismo y su ambiente”. Con esto nos referimos a que los seres vivos no son un sistema cerrado dentro de sí mismos, sino que la interacción con el medio es una parte intrínseca de su biología. Hasta tal punto es esto así, que podríamos decir que cuando llevamos a cabo acciones o percibimos el mundo la frontera entre lo interno y lo externo prácticamente se desvanece y los objetos externos entran a formar parte de nuestro proceso cognitivo. Una vez más, lo anterior es aplicable a todos los animales, pero hay también ciclos horizontales específicos de la persona: es intrínseco a la concepción de persona la consideración de ser social en relación que no solo es consciente de su existencia y autodeterminación sino de la de los demás. Esta intersubjetividad, como todo proceso cognitivo, estará también siempre corporalizada. Aunque no entraremos a detallar aquí los mecanismos biológicos en los que se basa nombraremos tanto la existencia de las neuronas espejo (neuronas que se activan tanto cuando la persona actúa como cuando ve a otra persona actuar de manera similar) como el desarrollo de la intersubjetividad que se transforma desde una intercorporalidad prenatal, en una Intersubjetividad primaria “refleja” y posteriormente deriva en la “atención conjunta” e intersubjetividad secundaria.
Hasta aquí hemos visto como una caracterización sándwich de la conciencia con el cerebro como centro es claramente insuficiente en la medida que se olvida de que en realidad sistema nervioso central, sistema nervioso periférico, los sentidos y órganos motores y el entorno forman un solo sistema en interacción constante desde el momento que surge la vida. Es aquí donde apare el concepto de causalidad circular o co-emergencia dinámica. Existe un ciclo continuado en el tiempo de influencia entre entorno y cognición: el entorno influye en el cuerpo, incluyendo las estructuras del sistema nervioso, pero al mismo tiempo esto lleva a cambios en la percepción del entorno que permitirán relacionarse con él de manera diferente. Por tanto, existe una reciprocidad constante entre procesos y estructura. De todos los seres vivos, es en el ser humano en el que se esto se da de una manera más clara. La persona solo puede lograrse en interacción con otras personas en las que asumimos, como en nosotros mismo, autonomía, intersubjetividad y cognición corporalizada. En palabras de Fuchs:
“Por tanto, el cerebro humano posee una potencialidad única, que sin embargo no puede alcanzar por si mismo. El desarrollo de la mente humana, corporalizada, no solo requiere de la interacción entre cerebro, cuerpo y entorno, sino de manera esencial interacción con otros seres humanos. […] el cerebro se convierte así en un órgano formalizado social, cultural y biográficamente. […] La peculiar estructura de la individualidad humana de “encontrarse a uno mismo a través de los demás”, ó de “la posición eccéntrica” también se manifiesta en las estructuras neurales. Por tanto, el cerebro se convierte en el órgano de una persona humana.” (Fuchs, 2017, pp. 175–176, traducción de Gonzalo Arrondo)
Referencias
Arrondo, G., Barrett, N., Güell, F., Bernacer, J., Murillo, J.I., 2018. “Techne & Episteme: Challenges for a fruitful translation between neuroscience and psychiatry”. En Psychiatry and Neuroscience Update – Vol. III, editado por P. A. Gargiulo y H. Mesones-Arroyo. Springer Publishing Co.
Fuchs, T., 2017. Ecology of the brain: phenomenology and biology of the embodied mind. Oxford: Oxford University Press.
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Gonzalo Arrondo Ostíz es investigador del grupo Mente-Cerebro del Instituto Cultura y Sociedad (Universidad de Navarra, España). Tiene experiencia en neuropsicología, neuroimagen funcional, medicina y biopsicología basada en la evidencia y en general en psicología experimental y en neurociencia cognitiva. Sus intereses se aglutinan en relación con los procesos psicológicos de toma de decisiones, en la psicología y medicina basada en el conocimiento científico, y en la epistemología de la psiquiatría. Además de liderar algunos de los proyectos del grupo Mente-Cerebro, presta soporte general en el diseño y análisis de estudios empíricos.