Como una luz cegadora en nuestros tiempos, tan misteriosa y extrañamente caracterizados por la híper-reproducción digital de todo, el mundo se diluye cada vez más en un torrente de infinitas imágenes y datos que fluyen sin pausa. Es la inflación y casi inflamación tecnológica, no tan solo un fenómeno de la cantidad, sino -especialmente- una transformación radical de nuestra experiencia del seren- el-mundo: el tiempo se nos ha fragmentado a todos en un presente perpetuo, un ahora vacío sin profundidad ni duración.
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