La Educación Sexual Integral (ESI) está en el centro de un debate intenso tras la reciente polémica por la distribución en las escuelas de materiales con contenidos explícitos en algunos textos que despertó preocupación en familias, docentes y sectores políticos. Para muchos, el problema no es la ESI en sí, sino cómo se implementa: ¿qué se enseña? ¿Quién lo enseña? ¿Se respetan los valores de las familias y las comunidades educativas? Estas preguntas, legítimas, nos invitan a reflexionar sobre los puntos que generan conflicto y las oportunidades para construir una ESI que realmente acompañe a niños, niñas y adolescentes en su desarrollo.