¿Vale la pena repensar críticamente la comunicación política?

15.10.2023

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Autor: Mario Riorda y Patricia Nigro

Hoy. Los adversarios se transforman en enemigos. Los antagonismos son indisolubles aunque puedan ser legítimos, sentencia Chantal Mouffe (2021). La personalización, con o sin partidos. Los discursos dogmáticos como prédicas religiosas. La vida política como un escenario de fractura expuesta. La desinformación a escala industrial y la sobreabundancia de información que no informa. Determinismo radical de las palabras sobre la realidad. Discursos más simples, donde el foco son las personas y los hechos descontextualizados en los que pierden terreno los argumentos. Aceleracionismo, como modo de lograr posicionamiento, con el fin de ser los primeros. Pesimismo ideológico. Mucha oferta política trabaja desde el escepticismo social y el desencanto. Grupos sociales unificados con intereses comunes definen tribalismos radicalizados que hostigan. Es la era de la protesta perpetua, afirma la politóloga Devashree Gupta (2017). Nadie se calla, ni quienes ganan, ni quienes pierden. Los movimientos se desarticulan tan rápidamente como se articulan, generando frustraciones sociales y consensos precarios. Antagonismos constantes, popularización del discurso, sentimentalidad dominante. Y la inteligencia artificial ya está presente en cada espacio. Estos elementos –y muchos más– definen una comunicación política distinta y, por ende, una política diferente.

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