Eran aproximadamente las 20 del domingo pasado cuando empezaron a sonar las alarmas. Hasta ese momento Sergio Massa estaba convencido de que sería el candidato más votado individualmente y Patricia Bullrich disfrutaba de alcanzar su gran objetivo de derrotar a Horacio Rodríguez Larreta. Pero a esa hora la historia empezó a cambiar; la de la elección, pero quizás también la del país. La consolidación de los primeros datos oficiales generó estupor. Javier Milei estaba en 35 puntos porcentuales a nivel nacional según el conteo oficial. Un empresario amigo la notificó a Cristina Kirchner de la novedad. Y se decidió esperar un poco más allá de las 21 para la difusión de los primeros datos, con la expectativa de que se moderara la diferencia antes de dar la primera foto de los resultados. Cerca de las 22.30 la realidad era inocultable y fue revelada: la Argentina había dado uno de esos giros que cada tanto sacuden toda su estructura política y social. Un grito desesperado que se gestó en silencio y que reveló el grado de hartazgo contenido. La emboscada perfecta.
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