La sociedad atraviesa, desde hace tiempo, una profunda crisis de confianza en la política, alimentada por una creciente inquietud y escepticismo generalizados. Estos sentimientos se han arraigado en la ciudadanía generando un clima poco favorable para el desarrollo de la comunicación política efectiva. Mario Riorda, politólogo, reconocido consultor y director de la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral, le adjudica este fenómeno a tres factores: la hiperpersonalización, la hiperintimidad y la hiperideología.
El primero, se refiere a una exagerada personalización de las instituciones, que ha llevado a una disminución relativa de la confianza que los ciudadanos depositan en ellas, ya sean religiosas o políticas, como sociales, educativas u otras.
Nos encontramos en una situación inusual, en la que el Estado es percibido con un desprecio mayor que el mercado. Independientemente de quién se beneficie, esta dinámica ha generado un estado de ánimo generalizado; la confianza en las instituciones se ha erosionado y la sociedad se siente más vulnerable. La dependencia en el desempeño individual de los líderes deja a la sociedad expuesta y sin un soporte sólido. Si bien se ha observado un aumento en la acción solidaria por parte de la sociedad, existe un problema en cuanto a la mediación de las instituciones.
El segundo factor marcado por Riorda, la hiperintimidad, se refiere al fenómeno en el que los límites entre lo político y lo no político desaparecen por completo. Esta tendencia sugiere que los políticos son mejor valorados cuanto más auténticos y “mundanos” parecen ser. Podemos ver políticos que se muestran en redes, notas y por distintos medios mostrando su cotidianidad, a veces incluso de manera forzada o en modo reality.
Sin embargo, la situación plantea un debate importante: ¿hasta qué punto se deberían exponer? ¿Qué vale más? ¿Las ideas o la imagen personal del político?
“Se acabó la intimidad, las expresiones virales de la política son las que reflejan la intimidad, por ejemplo: Macri acostado en el sillón viendo la Copa América”, Mario Riorda en Comunicación Política para generar confianza, 13 de octubre del 2022.
El tercer factor es el hiperideológico, por el que se cree literalmente que la ideología está reproduciendo cánones tradicionales con los cuales se la teorizó. Riorda afirma que estamos en un momento de un nuevo esplendor de la ideología.
Este acontecimiento plantea algunas cuestiones fundamentales que es necesario abordar: la falta de racionalidad en la ideología, la negación de la otredad, la simplificación del discurso.
Sobre esto Riorda afirma: “La ideología no tiene racionalidad. Quien tiene una ideología no es consciente racionalmente sobre qué implica “ser de izquierda” o “ser de derecha”, pero sí hay nociones de imagen ideológica o sentimiento ideológico”.
En una conferencia, realizada en el marco de un panel en el FC30 en la Universidad Austral, Mario Riorda se explayó un poco más sobre estas cuestiones.
La simplificación de los discursos políticos y la negación de la otredad, han generado una confusión en la dualidad de ser de izquierda o de derecha. En el centro del espectro político, hay una serie de matices y grises borroneados. En este sentido, la negación de la otredad se ha convertido en un factor motivador potenciado por una carga emocional. Los discursos políticos se simplifican y se centran en personas y circunstancias descontextualizadas, buscando confrontar en lugar de definirse por lo que son. La relación con el otro se convierte en un contraste violento que origina muchas de las conductas políticas actuales.
Así, palabras como comunismo y fascismo comienzan a surgir con más frecuencia, y la ideología misma se ve borrosa debido a la presencia de múltiples “ismos”. Esta trampa ideológica genera una confusión en la dualidad de ser de izquierda o de derecha.
Si se analizan las definiciones de izquierda y derecha, se puede recuperar la noción en relación a la desigualdad. Ser de izquierda implica entender que existe desigualdad y que es necesario aproximarse a criterios de igualdad en la medida de lo posible. Sin embargo, es importante tener en cuenta que cuando la izquierda alcanza el poder y tiene la oportunidad de implementar cambios, también puede generar nuevas desigualdades al crear una nueva oligarquía que se separa del resto de la sociedad.
Por otro lado, ser de derecha implica comprender que las desigualdades son producto de un orden social y que siempre habrá desigualdades debido a la tradición y la herencia. No obstante, hay una característica en ciertos sectores de la derecha que busca mitigar estas diferencias.
En el centro del espectro político, hay una serie de matices y grises borroneados. En ocasiones, parece que el centro desaparece cuando un “outsider” gana las elecciones, pero en realidad, lo que ocurre es una infidelidad electoral. Esto sucede cuando, por alguna razón, se rompe la coherencia de autopercibirse en un sector político y los votantes se vuelven infieles a su punto de vista, buscando alternativas o castigando a su propia preferencia política. Esta situación se presenta cuando los representantes de un núcleo político fallan sistemáticamente en representar los intereses y valores de sus votantes.
A pesar de todo, y más allá de los desafíos que la hiper personalización, la hiper intimidad y la hiper ideología nos plantean, debemos aspirar a exigir una mayor calidad de argumentos y promover un espacio de diálogo y debate basado en la búsqueda de la verdad y el bienestar común. Políticos y ciudadanos tenemos la tarea de fomentar la confianza en el ámbito político y tenemos que trabajar juntos para construir una sociedad más justa y equitativa, donde prevalezca el diálogo respetuoso y la toma de decisiones informadas.